Real Iglesia de San Pablo

La iglesia de San Pablo por su Historia, su Arte y su dimensión -la mayor tras la Catedral- es uno de los templos más importantes de la ciudad de Córdoba; fue la iglesia del Real Convento de San Pablo, Casa principal de los Dominicos en la ciudad y uno de los principales centros de la Orden de Santo Domingo, con privilegio Real y destacando por el centro de estudios en él constituido. Llegó a tener unas enormes dimensiones, casi inimaginables hoy, que abarcaban más de 43 hectáreas, quedando en la actualidad, aparte de algunas dependencias, la iglesia circundada por viviendas que no dejan ver externamente su esplendor arquitectónico.

Al conquistar San Fernando Córdoba llegaron con él frailes de diferentes órdenes entre los que se encontraban los dominicos, otorgándoles unos terrenos en la Ajerquía para edificar su convento junto a la conocida como Puerta de la Pescadería. Este espacio fue siempre un lugar estratégico en el urbanismo cordobés, tanto en época romana, véanse las ruinas del templo junto al Ayuntamiento, como en la musulmana. Pero volviendo a los tiempos de la Reconquista, ésta se produjo en Córdoba el 29 de junio de 1236, festividad de San Pedro y San Pablo (que dará nombre al convento, mientras que la otra gran fundación de aquel momento, la de los franciscanos, se llamará San Pedro) que es la que tradicionalmente se tiene como el día de su fundación, de lo cual no existe documentación, aunque sí de que en el Capítulo Provincial de la Orden celebrada en Burgos en 1237 se acepta la fundación del convento en Córdoba, por lo que la fecha fundacional oscila entre estos dos años.

La edificación se llevó a cabo entre el último tercio del siglo XIII y los primeros años del XIV, siendo objeto de progresivas reformas, las más importantes las barrocas del siglo XVIII, hasta que en el siglo siguiente, en 1810, sirvió como cuartel de las tropas francesas del General Godinot. Tras la Desamortización de Mendizábal de 1835 el convento quedó abandonado, hasta que en 1848 al presentar un lamentable estado de ruina fue derribado, salvo algunas dependencias como la casa de novicios que se convirtió en sede de la Diputación Provincial, hoy aún en uso por la Consejería de Cultura de Junta de Andalucía, dónde aún se aprecian restos de un claustro. En lo que fue el huerto del antiguo convento dominico, hoy jardines de Orive, vemos la inacabada Sala Capitular, proyecto de Hernán Ruiz III del siglo XVI, que sirve para actividades culturales del Ayuntamiento de Córdoba.

Se mantuvo en pie la iglesia que pasó a presentar un lamentable estado hasta que fue cedida en 1897 por el Obispo Sebastián Herrero a los Misioneros Hijos del Corazón de María, que se habían instalado en Córdoba poco antes en el antiguo convento de Trinitarios Descalzos. Por iniciativa del célebre Padre Pueyo fue sometida a una intensa restauración bajo las sabias directrices del arquitecto Adolfo Castiñeyra y del escultor Mateo Inurria, finalizada en 1903, dándole básicamente el aspecto que actualmente tiene y que salvó de la total desaparición al histórico templo medieval.

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            La portada principal que da acceso a lo que fue el recinto conventual es una obra de 1706 realizada por canteros lucentinos, estructurada por columnas salomónicas y una hornacina con la imagen del Santo titular, todo de claro sabor barroco. Ella nos lleva a la fachada principal del templo, la cual aún conserva los contrafuertes originales que enmarcan la portada manierista y el rosetón añadido en la citada reforma del siglo pasado. Presenta dos cuerpos, el inferior con arco de medio punto entre dobles pilastras y bajo frontón partido, que separa el segundo cuerpo donde se recuestan la Fe y la Esperanza para llegar a la hornacina con la imagen de Santo Domingo y sobre ella un tondo con la Caridad. Es obra de finales del XVI, muy probablemente de Juan de Ochoa, coincidiendo con el momento de máximo esplendor de la fundación dominica.

            Accedemos al interior del templo que presenta planta rectangular dividida en tres naves sin crucero, capillas laterales y triple ábside. Las naves quedan separadas por cuatro pares de pilastras en las que se ven dos etapas constructivas; las dos primeras son rectangulares y adosan columnas en tres de sus lados, mientras que las otras dos son cuadradas con columnas adosadas en sus cuatro frentes; en algunas de ellas podemos observar capiteles reutilizados de épocas anteriores. Todas soportan arcos formeros apuntados y otro arco ciego que llega hasta el techo. Aquí hay que detenerse ya que la cubierta de la nave central es una de las grandes joyas del templo; se trata de una bella armadura de madera con decoración mudéjar que presenta una inscripción de caracteres góticos recorriendo su base que nos da la fecha de su realización en 1536. Las cubiertas laterales son de 1903 cuando la restauración, en la cual también se colocó el coro a los pies del templo, haciéndolo en alto sobre columnas que fueron traídas del Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso. De la nave central nos queda referirnos a la cabecera desprovista hoy de ornamentación, formada por el ábside poligonal cubierto por bóveda de crucería, tallada por Inurria en base a los restos conservados de épocas anteriores. Sobre el arco toral que es apuntado hay un pequeño rosetón que da luz a la nave. Todo lo descrito es de clara impronta cisterciense, orden que vivía su máximo esplendor fundacional en el norte de la península en la época constructiva de la Reconquista de Córdoba y cuyos cánones arquitectónicos fueron utilizados en las principales edificaciones cordobesas medievales, conocidas como “fernandinas”.

            Nos situamos en la nave de la epístola que comenzamos a recorrer por los pies de la iglesia. Referirnos primero a la torre que sostiene un carillón, es de planta cuadrada siendo el primer cuerpo lo único que se conserva de la original. Sobre este carrillón decir que fue traído por el citado Padre Pueyo, el claretiano salvador del templo, de la Exposición Universal de Paris de 1900. La primera capilla que tenemos es la que actualmente ocupan nuestros Titulares que fue rehecha por Castiñeyra e Inurria en base a tres ventanas mudéjares que encontraron, inspirándose en la Capilla Real de la Catedral de este estilo artístico, resultando una interesante obra. A continuación tenemos las reliquias y una imagen de vestir del Beato Francisco de Posadas, talla anónima de hacia 1800 y ya casi en la mitad de nave entramos en  una pequeña capilla dónde hoy se venera a la Virgen de Fátima; a parte de la arquitectura de su portada, propia de las iglesias cordobesas del siglo XIV, destaca por una doble curiosidad; por un lado, antes de ser convertida en capilla a comienzos del XX, era la tercera puerta de acceso al templo, comunicando éste con el claustro conventual del que no queda nada salvo referencias como que era obra de Ochoa, contemporáneo de la portada principal, y que se adornaba con lienzos de Antonio del Castillo. Por otro lado, destacar que este lugar fue la primera capilla dónde se veneró a nuestro titular tras su llegada en 1904 a San Pablo, prácticamente podemos decir que estrenó este espacio ya que antes no existía como tal.

Finalmente nos dirigimos al ábside de esta nave, dedicada hoy a San Antonio María Claret, fundador de los claretianos, que da acceso a la antesacristía, un espacio arquitectónico de sumo interés dividido en tres tramos, destacando el tercero al que se accede por un gran arco de herradura apuntado; es un espacio de planta cuadrada que se convierte en octogonal en el arranque de la bóveda, cerrándose con una cúpula semiesférica con 4 pares de nervios sobre ménsulas, que se abren en la clave en un lucernario con 8 pares de columnillas, repitiendo el mismo esquema que la cúpula dónde se asienta, de gran originalidad. No se conoce exactamente el uso ni cuando se construyó; las noticias más antiguas que se tienen son de 1311 aunque los elementos denotan épocas anteriores, siendo la opinión más aceptada la de que se trata de los restos de un palacio almohade, siglo XII a XIII, probablemente el oratorio privado del lugar y que fue respetado por los dominicos.

Nos queda recorrer la nave del evangelio en cuya cabecera se encuentra actualmente radicada la Hermandad del Rocío de Córdoba. A continuación tenemos tres capillas. En primer lugar está la del Cristo de Ánimas, de planta cuadrangular bajo bóveda octogonal, con retablo de estética propia de Gómez de Sandoval fechable hacia 1760, siendo el Crucificado talla anónima de estilo manierista de principios del XVII. La siguiente capilla es la de San José que se encuentra unida a la anterior probablemente desde que éstas dejaron de tener su primitiva función funeraria. En el espacio entre ambas vemos un pequeño retablo barroco con una imagen de Ntra. Sra. de las Angustias, imagen del S. XVII atribuida a Pedro de Paz. Ya en la mencionada de San José, destacar que alberga el retablo más interesante de este templo, no muy dado a este tipo de manifestación artística, aunque podemos advertir en este punto que muchos se fueron perdiendo en las reformas acontecidas, entre ellos el que estaba en el Altar Mayor que describe perfectamente Ramírez de Arellano en sus Paseos por Córdoba. El que tenemos aquí es una obra de 1708 de Jorge de Mejía donde, aparte del titular de la capilla en la hornacina central, tenemos tallas barrocas de San Miguel y Santa Catalina y lienzos de Sto. Domingo y el propio San José con el Niño.

Nos queda una capilla más en esta nave, la de Nuestra Señora del Rosario y su camarín, probablemente la más notable creación del barroco cordobés y que da para un capítulo aparte. Justo a continuación de dicha capilla el edificio de abre a la calle San Pablo, con una portada lateral colocada en 1409 aunque con importantes añadidos en el siglo XIX, y la del compás que da propiamente a la calle al final del callejón, obra del siglo XVIII, probablemente contemporánea al camarín del Rosario. Llegamos por fin a los pies de la nave del evangelio donde hay espacio para otra capilla pero que actualmente no tiene uso.